martes, octubre 25

¿Ellen?

cómo la gente que adoras deja de adorarte,
cómo se mueren,
cómo pasan,
cómo los pierdes,
cómo pierdes tu belleza,
tu juventud y el mundo
te olvida,
reconociendo tu transitoriedad,
cómo empiezas a perder
tus características
una a una.
cómo aprendes que no hay nadie mirándote
y que nunca lo hubo,
piensa sólo en conducir,
no para ir a algún lado,
sólo conducir,
cortando el tiempo-fuera.
ahora estás aquí,
son las 2:00,
ahora estás aquí,
son las 2:01.

lunes, octubre 17

Inventar el regreso


Inventar el regreso del mundo
después de su desaparición.
E inventar un regreso a ese mundo
desde nuestra desaparición.
Y reunir las dos memorias,
para juntar todos los detalles.
Hay que ponerle pruebas al infinito,
para ver si resiste.

Roberto Juarroz. Séptima poesía vertical. (1982)

domingo, octubre 16

Smoke

Ya sabes cómo es.
"Mañana, mañana, mañana."
El tiempo se arrastra
en su mezquino paso.

viernes, octubre 7

La destrucción total del arte


I
¿Cuál de las tantas imágenes fue la que…?
¿La vi antes?
¿Te vi antes?
El aire me encerró.
Mis pies eran de plomo,
mi respiración, la de alguien que
está a punto de morir
y lo hará fuera del tiempo.

II

En las escalinatas de una ciudad
que no visité realmente
vi pasar a un perro negro
que  corría y rengueaba
y temí  a la tarde
en el preciso momento
en que se acaba y todo parece
abandonarnos solos.

III

Subíamos y bajábamos las escaleras
mientras él se reía en intervalos imprecisos.
Estaba tan nervioso como yo
y no había puerta alguna
que pudiera abrir mi paso
¿Un resplandor de una esquina,
un grito ahogado,
tanta música en mis oídos?

IV

Mi vista se nubló
y tendría que haber podido
callar y callar
pero en formas insólitas me preguntaba
 si el hueco
entre su silencio y el mío
tendría algún sentido
que podría llenarse
con palabras.

V

Él se iba y yo no podía
siquiera pedirle que se quedara
yo no podía pedir que me eligiera
con mi desazón a cuestas
con mis pedazos puestos en su mesa
con el café frío de la tarde
con Milshake ronroneándome al oído
Estábamos juntos  y solos
bajo aquel árbol.
Y yo pensaba ¿no te das cuenta?
- Eres todos nosotros
ahora.

VI

Autos, luces y tantos ejecutivos raros
artificios altos y polarizados
y la vidriera de una peluquería
en el Barrio Norte
sacudía con gesto típico
toda la moda
y toda la gente con  sus bocinas
infladas, impertinentes
y  apretadas en la doble fila.

VII

Todo, todos, todo esto
se sucedía tras mis ojos
y yo seguía de largo
deseando la tragedia
en el atropello
que me corría y me golpeaba
con la frialdad
de mis piernas que
 temblando
esperaban que algo suceda.

VIII

Al doblar la esquina
de regreso
por el infierno flotante
de seres abstraídos e indiferentes
mi reflejo era una piedra
de aquel perro triste, solo y sangrando
que en Figueroa Alcorta
y Pueyrredón
comprobé que había muerto.

María Quevedo

lunes, octubre 3

El ídolo de oro

El ídolo de oro, escaso botín
que el tedio y los años
otorgaron con astucia
al no poder contarse,
haciendo las partes
de a una por vez
en cada uno.

Estoy temiendo aquel secreto,
que tartamudea en silencio
entonces espero el derrumbe
y pregunto en secreto:
¿Qué guerra aparente los trae, aun,

exentos?

Así vigilo el ensayo
que antecede a la espera
y apretando los dientes,
remedo lo usado,
me muevo despacio,
deshago tu beso
vacío aquel rostro
rehúso los tiempos.


Afilo el cuchillo
helado en tu sangre
enseño a tus manos  la desposesión
de todo lo tuyo
que es todo lo nuestro
meticuloso lo escruto, lo guardo,
lo mezclo.

Más tú, como ellos,
sostienes la herida
cuidando inmundicias
sonriendo sinfín.
Paseando en silencio
profanas tus huesos
colmando el hastío
rumiando en secreto
soñando los días
en que algo fue cierto.

Yo sé que prima el miedo
cuando por fin se quedan solos
y la criatura se alza
se sabe y se alimenta.
En el descanso los acecha
con la periódica revuelta
que gigante los conforma,
y confusamente los encierra.

¿Qué harán
hechos de hilos
que se deshacen, sin cortarse?
¿Qué harán
con todo lo que
inevitablemente
se  desprenden?

Escucharán los pasos truncos
del caos por las avenidas
cuando en la era del ídolo se plieguen 
pacientes de agonía
 los que esperaron años necios
 solos y juntos, todavía.

María Quevedo